Apenas el poema se agitaba
dejó en el viento un poco de agonía
por saber que a la muerte no ignoraba.
Nacía de ella misma y en su aljaba
portaba los silencios que oponía
al idioma del sol y a la alegría
que el poeta en sus versos intentaba.
Observó al que escribe consternado
y con dejos de sal en cada verso
se hizo tinta sin más, deshabitado.
Y así morimos todos, lentamente,
dejándonos la piel en el anverso
de un trozo de papel indiferente.
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