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La bicicleta verde





Supimos que la vida es poco menos
que un sueño colectivo y poco más
que una almendra,
el día que entendimos las razones
del por qué los abuelos, con voz de crisantemo,
morían de repente, sin adioses
complicados, sin media frase deshabitada
y con la precisión de los maizales
o, quizá,
el día que nos fuimos a la escuela
y faltó
la bicicleta verde de un amigo.

Ese día,
ese día cuadrado nos dijimos
nosotros mismos al oído, casi
sin querer escuchar, que somos sueño,
sí, sueño breve
y se alojó el miedo con la forma
de una almendra en la mitad
del corazón y regresamos tristes
de nuestras abstracciones
convencidos
o convenciéndonos
de que la perfección de Dios es círculo
que no permite cuadraturas
y los maizales tienen calendario.

Hoy, por ejemplo,
advertí
que en mis gavetas, las bolsitas verdes
de sándalo y jazmín
no quitan el olor a medicinas
ni el incienso diario ya perfuma
a lluvia tempranísima la casa
y así,
así, desesperado,
busqué la bicicleta que naciera
un día de la infancia, bajo el árbol,
como sabemos nacen los milagros,
y recordé, de súbito,
de nuevo, a medio rayo rompiéndome la espalda,
que la vida …la vida es poco menos
que un sueño colectivo y poco más
que una almendra.

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A veces me confundo




A José Luís Villena, poeta y amigo


A veces me confundo
con esto del abril y los inviernos,
octubre y los pardales y la lluvia,
y es que quiero me digan qué metáfora
me dice si nací, así de pronto,
para el otoño.

Es que no sé la fecha en que las pomas
se llaman pomas y los pardales vuelan
con o sin rumbo fijo a medio vuelo,
ni el límite preciso en que la flor
se vuelve mariposa y cada árbol
se llama sauce y llora al río
que se marcha,
y se marcha
sin volver la mirada.

Quiero saber si pueden,
ustedes, mis amigos de las noches
en las que invento un mundo sucedáneo,
por mucho más humano, en el cristal
sin fronteras,
enseñarme a vivir,
ahora,
sin contar cuántas hojas crujen en el otoño.



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Comienza aquí




Comienza aquí tu luz. Aquí comienza
el eco de tu voz en los paisajes
como un grito sin fin en el recuerdo.

Comienza aquí la historia no contada,
el final nunca escrito en los andenes
donde alzaron sus vuelos los pañuelos.

Tuvo que ser así, con tanta magia
demoledoramente redimida
labrando sin cesar en las llanuras
los últimos ocasos de febrero.

Tuvo que ser así, como fue siempre
que inventaste en un verso las estampas
que se quiebran al bies de los cristales,
mientras pasan los trenes del invierno.


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Apenas el poema se agitaba





Apenas el poema se agitaba
en medio del papel donde nacía
dejó en el viento un poco de agonía
por saber que a la muerte no ignoraba.

Nacía de ella misma y en su aljaba
portaba los silencios que oponía
al idioma del sol y a la alegría
que el poeta en sus versos intentaba.

Observó al que escribe consternado
y con dejos de sal en cada verso
se hizo tinta sin más, deshabitado.

Y así morimos todos, lentamente,
dejándonos la piel en el anverso

de un trozo de papel indiferente.

 
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