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A veces me confundo




A José Luís Villena, poeta y amigo


A veces me confundo
con esto del abril y los inviernos,
octubre y los pardales y la lluvia,
y es que quiero me digan qué metáfora
me dice si nací, así de pronto,
para el otoño.

Es que no sé la fecha en que las pomas
se llaman pomas y los pardales vuelan
con o sin rumbo fijo a medio vuelo,
ni el límite preciso en que la flor
se vuelve mariposa y cada árbol
se llama sauce y llora al río
que se marcha,
y se marcha
sin volver la mirada.

Quiero saber si pueden,
ustedes, mis amigos de las noches
en las que invento un mundo sucedáneo,
por mucho más humano, en el cristal
sin fronteras,
enseñarme a vivir,
ahora,
sin contar cuántas hojas crujen en el otoño.



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Comienza aquí




Comienza aquí tu luz. Aquí comienza
el eco de tu voz en los paisajes
como un grito sin fin en el recuerdo.

Comienza aquí la historia no contada,
el final nunca escrito en los andenes
donde alzaron sus vuelos los pañuelos.

Tuvo que ser así, con tanta magia
demoledoramente redimida
labrando sin cesar en las llanuras
los últimos ocasos de febrero.

Tuvo que ser así, como fue siempre
que inventaste en un verso las estampas
que se quiebran al bies de los cristales,
mientras pasan los trenes del invierno.


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Apenas el poema se agitaba





Apenas el poema se agitaba
en medio del papel donde nacía
dejó en el viento un poco de agonía
por saber que a la muerte no ignoraba.

Nacía de ella misma y en su aljaba
portaba los silencios que oponía
al idioma del sol y a la alegría
que el poeta en sus versos intentaba.

Observó al que escribe consternado
y con dejos de sal en cada verso
se hizo tinta sin más, deshabitado.

Y así morimos todos, lentamente,
dejándonos la piel en el anverso

de un trozo de papel indiferente.

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Perdonen mi amargura



Perdonen mi amargura en esta tarde
en que no vuelan aves ni luciérnagas,
en la que se han callado las iglesias
y en la que se desploman catedrales.

Perdonen que me vaya por los mares
a buscar puertos nuevos con tristezas
ancladas todavía a las esperas,
con ansias de escribir infinidades.

Disculpen si resigno cada verso
a este vacío grave que me aturde,
pero lo debo así ...y así lo pago.

Que tengo miedo, Dios, que tengo miedo:
el hombre bueno tanto y tanto sufre

y sé que sabes cuánto Enrico te ha negado.

 
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