Has venido hasta mí como un aroma
de frutas tempranísimas de enero
a descolgar naranjas y relojes
así, de pronto,
incendiando mis labios de impudicias
―porque creo en el verso y en la piel
porque aún puedo recitar sonetos
a la lluvia
e inventar nuevas formas en el agua―
Has venido hasta mí como una herida,
como un rayo que estalla desmedido
poblando de febreros los abrazos
y quebrándome,
de forma despiadada, las prudencias
―porque me quedan sortilegios,
alguna melodía no entonada
en medio del silencio o del orgasmo―
Has venido hasta mí y yo me encuentro
inesperadamente con mi rostro
acusándome
por no romper el verso y el poema
y cruzar las fronteras ,
a tu cama.
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