I
En la hora de todos los crepúsculos
recorro estas calles de ceniza.
Bajo mis pies crepitan todavía
sueños arrebatados, uno a uno.
Dos párpados revuelan sobre un muro,
tres niñas arden juntas en la pira,
cuatro lanzas me sajan las costillas
y me vuelan los ojos de este mundo.
Las gargantas se secan en la plaza
pidiendo cinco migas de miseria
mientras vago vacío de mí mismo.
"La muerte tiene miedo de las gárgolas"
tronaron juntas todas las iglesias
y fuí demonio mudo en el vacío.
II
No te despierto ahora que es la hora
del despertar de todos los horrores.
Caen del cielo luces y arreboles,
caen y caen desde la memoria.
Duerme, mi niña, duerme, que estas cosas
son lejanas, lejanas; de otros dioses
y otras tumbas sin cruces y sin nombres.
No es nuestro el hongo enorme y sus esporas.
Ahora que es la hora estoy dormido
igual que tú, igual que él, que todos
de todos modos todo precipita.
Un vaivén de columpios canta cínico
y mis ojos, mis ojos y mis ojos
crepitan con las gárgolas. Crepitan.
Foto by Vladimir Vareshkin