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Existe una mujer en un poema




Existe una mujer en un poema
que mira siempre el mar y que su rostro
es un enigma desnortado
caído del crepúsculo.

Ella no sabe
de días ni de noches ni de lluvias
y escarba el horizonte impresionista
como quien ve partir a la esperanza
o espera la llegada de cargueros
venidos desde el puerto sucedáneo
de la melancolía.

Nadie sabe si llora
o su sonrisa es vuelo de gaviotas de niebla,
si sus manos se enlazan o son cuenco
que espera a que una lágrima de nubes siempregrises
caiga, como las horas caen en un reloj,
si el mar es mar o esbozo de una promesa áspera
y atardecida,
y nadie le confiere potestades
de andarse en las arenas
con un dejo de morbo en la cintura
o un ademán de sangre entre sus labios.

Una mujer en un poema
atrapada entre el blanco de una página
y la metáfora de las libélulas
que se miran bailar en un estanque;
mujer
que se nace palabra del ocaso
mientras pronuncia un nombre hecho de sombras.

Así la he visto, escrita en versos,
y me tendrán que permitir, amigos,
ahora que atardece la memoria
y el mar es mar apenas bosquejado,
que diga, simplemente, en el poema
que nace en vuestros ojos, sin permiso,
que la amo.


 
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El mapa



¿Intuyes esa imagen de espejo fragmentado

que cifra los silencios de este país de lluvia?


Vengo de donde el grito tiene el color del trueno
y tiene un número social el nombre,
donde son golondrinas unos pájaros
y no ese transitar en los adioses
de los amantes,
el cielo es cielo
y el hambre
comunismo
o economías de mercado
pero nunca un papel que acepta a la esperanza
en forma de metáforas, o el cifrado silencio,
y exige saciedad.


Quiero quemar los mapas y las rutas
que llevan, sin piedad,
a la estatua que rige a las palomas
o al banco de una plaza que se queda
cada vez
más sola.


Es mi país
una bandera
color del viento,


disuelta geometría.



Fotografía por Игорь Лиховидов
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Nada hubo cayéndose


A veces hace frío cuando callan las manos
y la lluvia se espesa con tu nombre.

Sin embargo,
este ruido de versos que regresan
a una ciudad pensada con grafito
y calles verticales
tiene actitud de llama o de regazo
donde acudir en busca del insinuado beso.


Nada hubo cayéndose
en esta fundación de la metáfora.

 
 
Fotografía por Игорь Лиховидов
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Nunca aprendí la lengua del silencio


A R.M.

Nunca aprendí la lengua del silencio,
por eso callo a media voz
ante la rosa azul de los poetas,
las formas que la ola desdibuja
en las arenas tibias, cuando largan
suspiros a lejanos encantos y sonrisas,
y las lluvias de agosto y los crepúsculos.

Por eso entenderás lo inevitable
que resulta decir a media voz
las cosas que el silencio comunica,
con la antigua virtud de los carteros
y la alegría de las mariposas,
cuando callo, diciendo que te amo.



 
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